20 junio 2010

El peso de este mal me oprime el pecho,
mi enero,
mi umbral de almas vagantes,
mis sueños cubiertos de nieve.
Abandonada en la incertidumbre
de tus ganas.
Mi alma hueca,
roída por tus gusanos,
por tus latidos sin sangre.

La decadencia

Parece como si te deshicieras entre la yema de mis dedos, como si el aire fuera más estable que tú. El ínfimo rayo de luz que desprende tu oscura alma no me da el calor que tanto ansío. Eres la penumbra destilándose en la fina corteza que recubre mi cuerpo. Eres el vapor de un suspiro inhalado por algún ave de paso.

Al mirarte te desnudo y ansío con deseos penetrar en lo más áspero de tu alma, el agujero negro impenetrante que me atrae y me causa tanto dolor: el dolor extasiado de la muerte. Con solo una mirada llenas el vacío que siembras con cada roce de tu piel.

Tu vida es una gran alegoría del dolor. Eres como un dedo en una llaga que nunca termina de sanar, porque tu sal la aviva con cada hálito de vida. Eres la gran paradoja de mi vida: lo mismo que me llena, me está vaciando por dentro...